martes, febrero 07, 2006

17

La mujer se acerca de nuevo hacia Pacheco, y este clava en el cuello de la misma un gran pedazo de vidrio, justo en la garganta. El liquido ocre que brota de la herida empapa el pecho de Pacheco, quien maltrecho se pone en pie para continuar la huida. Al pasar por el mostrador ve de reojo al encargado, tal cual partido en dos, y sin pensarlo se pasa atrás de la barra para tomar la escopeta del fallecido. La EE recuperada de la agresión con el vidrio, se acerca a la barra, solo para recibir en pleno rostro un fogonazo a quemarropa que le atraviesa el rostro, quemándole el prominente bigotazo que se carga. Pacheco salta la barra y sale del hotel por la puerta principal. Las agentes que se quedaron atrás llegan a la recepción y ayudan a la del escopetazo a ponerse en pie. Todas salen a la calle tras Pacheco.

Nuestro héroe trata de correr, pero esta muy golpeado, así que sin pensarlo se baja de la banqueta y a punta de escopeta despoja al primer inocente que topa de su vehiculo, que para su mala suerte es un datsuncito color verde del año 81, automático pa acabarla de amolar. Mientras el dueño le mienta la madre, Pacheco pisa el acelerador a fondo. El auto cascabelea y se ahoga pero empieza acelerar con desatino, de súbito una agente de la EE salta al frente del auto y se prende del parabrisas, el cual de un puñetazo revienta. –“Mierdamierdamierda”- es lo único que pasa por la mente de Pachi-Pachi al tiempo que dispara contra la pseudo-fémina, quien sin inmutarse arranca el volante. El auto, golpea contra la barda de contención perdiendo el control, para ir a estrellarse contra el aparador de una farmacia similar que esta sobre tlalpan a la altura del metro General Anaya. El auto barre con los anaqueles y no se detiene sino hasta que se estrella con la pared del fondo del local.
Pacheco, un tanto aturdido por el golpe baja del auto entre el desconcierto de los vendedores de la farmacia. Alguien trata de acercarse para hacérsela de Jamón, pero al notar la escopeta retrocede. El torso de la mujer de la EE esta aprisionado entre el auto y la pared, pero sus extremidades, cercenadas por el impacto, han empezado a formar nuevas agentes. Los empleados de la farmacia huyen aterrorizados al apreciar el fenómeno.
La primer nueva agente se levanta, Pacheco, casi noqueado, dispara sin apuntar, obviamente falla, el disparo hace estallar los frascos que hay en un anaquel, embarrando todo lo que hay cerca de ellos. Un líquido blanco y cremoso cae sobre la bestia bigotona, la cual grita de dolor al tiempo que se lleva las manos al rostro. El liquido blanco empieza a humear sobre la mujer, formando llagas que se van haciendo enormes boquetes babosos, y como por arte de magia, el engendro se desintegra, dejando solo un apestoso amasijo verde ocre.
Pacheco no da crédito a lo que acaba de ver, rápidamente se acerca al anaquel de donde emano ese milagroso líquido, pero solo hay pedazos de vidrio y plástico regados por todos lados, al fin encuentra un pedazo de envase que conserva una porción de la etiqueta, mas cuando se dispone a leerlo, la segunda agente lo golpea en la cabeza noqueándolo de inmediato... mierdamierdamierda

domingo, enero 29, 2006

16



Un estruendo que cimbra el suelo, gente que corre cubriéndose la boca y los ojos de terror, humo y polvo, el inconfundible olor de la carne quemada... el caos. Pacheco busca algún indicio de todo esto, pero nada, solo el barullo cotidiano y el stress colectivo de un día cualquiera. Mientras viaja en su marquis empieza a temer lo peor: los explosivos han fallado y consecuentemente el plan también.. Cambiando de una estación de radio a otra busca una noticia, un comentario, algo que indique que sus temores no son nada más que simples inseguridades sin fundamento. Pero no, solo hay música y noticias sobre toros y deportes. Lenin, Oh la pobre Lenin. La sola imagen de la bellísima mujer tras su involuntario tratamiento cosmético le genera un escalofrió que le recorre la espalda entera de abajo hacia arriba.
Una sirena suena a lo lejos, -“Siiii eso es, el caos”- pero no, es solo una ambulancia que va a atender a un atropellado sobre Juárez. El trafico, la espera, la calma inquietante. Dan la hora en el radio, ya hace 30 minutos que deberían haber detonado los explosivos, ya habría alguna noticia en el radio, en la TV. Pero nada. El pesado y habitual transito de la ciudad no facilita la llegada de Pacheco a su cuarto de hotel, solo alarga la espera, y la incógnita. Tras una hora y quince de trayecto, Pacheco abre la puerta de su cuarto, y enciende el televisor. Cubierto por agua de caño se desviste y se mete a la ducha de inmediato. El hombro izquierdo esta muy lastimado, pero no hay fractura ni desacomodo de huesos, solo un dolor intenso, y una atrofia propia del traumatismo. –“¡Y ahora que!, ¿y ahora que?”- es lo único que por su cabeza pasa mientras el agua cristalina que cae de la regadera lo recorre y lo repara y se lleva esa increíble peste a fétido que lo invade. Toma una toalla, y mientras se seca, recorre los canales de arriba a abajo. No hay nota alguna sobre el atentado, pero si un reportaje sobre la conclusión de la sesión del PUM, e imágenes de su líder, sonriente, con los ojos grandes y atestados de codicia. No hay dudas, el plan ha fracasado. No ha acabado de secarse cuando una patada revienta de golpe la puerta de su cuarto. Entre el ruido y las astillas reconoce las siluetas de manatí en brama enfundadas en horribles trajes de Chanel Son las mujeres de la EE. Por puro reflejo lanza la TV hacia la puerta, y se arroja hacia el buró para sacar su .38. y sin dudar dispara a la cabeza de ambas hasta que la pistola queda sin balas. Ambas caen derribadas. Pacheco solo atina a ponerse un pantalón cuando escucha reincorporarse a ambas féminas. De los hoyos de las balas emana un líquido ocre que a su vez va llenando y reparando los huecos. La pistola humeante recuerda su vació terrible, y la salida bloqueada el inexorable destino. Pacheco actúa sin medir consecuencias, y tomando el machete que tiene al lado de la cama se abre paso hacia la puerta. Las mujeres gritan, pero el grito no es femenino, o siquiera humano, es algo más cercano al aullido de Chewbacca, mezclado con una prensadora de metal. El sonido taladra los oídos. Las mujeres son fuertes y pesadas y no logra derribarlas, y menos teniendo solo un brazo para defenderse, pero los golpes de machete las detienen un poco. Aunque con cada golpe que asesta, una nueva agente surge del miembro cercenado: Es como ese episodio de Fantasía en el que Mickey Mouse es un aprendiz de brujo y por mas que trata de detener a unas escobas poseídas solo logra que estas se multipliquen y multipliquen...
Con gran esfuerzo logra llegar a la puerta y correr por el pasillo, trae el pecho desnudo y se olvido de los zapatos, pero Pacheco corre como si no hubiera mañana. Detrás de el, los golpes de tacón indican que las EE no vienen muy atrás. Las llaves del auto están en el cuarto, ya no hubo tiempo de tomarlas. Hay que llegar a la recepción, y de ahí a la calle. De súbito un golpe seco, el machete cae lejos, Una agente de la EE que esperaba en la recepción derriba a Pacheco, luego, lo levanta y le acomoda dos golpes certeros en la boca del estomago, para después lanzarlo contra una mesa de cristal que se parte en mil pedazos.

sábado, enero 21, 2006

15

Pacheco consulta su reloj, dicho movimiento reaviva el dolor que recorre todo su brazo izquierdo; la cuenta regresiva marca 2:41, 2:40 y etc. El aliento escasea, sobre todo por que hay que desandar el camino. Al cruzar el punto de unión del túnel con el drenaje, recuerda al Flaco, pero ya no hay tiempo para regresar por él; debe seguir. Pacheco no puede parar. El nivel del agua ha subido un poco mas, haciendo más difícil dar cada paso. El tubo, de por si estrecho, al llenarse de agua, ha empezado a generar un inesperado sentimiento de claustrofobia en nuestro héroe. -Si esto se llena de agua,- pensaba Pacheco -No hay una sola salida en muchos metros, no mames que voy a venirme a morir ahogado en mierda-
El tubo de no más de 1.80m de diámetro, esta ocupado por agua casi tres cuartos. El agua le llega a Pacheco apenas a la altura del pecho. El suelo resbaloso de caca y humedad de décadas, produce el eventual tropiezo que atrasa aun más la huida. Es como tratar de correr en la parte baja de una alberca.
El reloj de Pacheco se ha descompuesto, la sonrisa del fayuquero que se lo vendió, regresa como un amargo recuerdo -“Es a prueba de agua amigo, puedes checarlo”-. No queda más que seguir caminando, y trata de hacer la cuenta mental de cuanto tiempo queda antes de la detonación.
El registro que conecta el túnel del metro con el desagüe está a la vista. Con un solo brazo Pacheco trabajosamente lo levanta. Sale y camina hasta el andén de la estación Revolución. Afortunadamente no hay nadie a la vista y puede salir del túnel sin problemas. Empapado, mugroso y oliendo a mil madres, puede sin problemas pasar por uno más de los muchos pordioseros que hay en esa estación. Con sigilo camina a la salida. De reojo ve el reloj del andén. Sí ese reloj esta a tiempo, la explosión deberá ocurrir en cualquier momento a partir de ese instante. Un extraño sudor frió mezclado con el agua de caño que lo cubre, empieza a recorrerle la nuca y la espalda. El tren llega, algo de gente desciende, entre ella, Pacheco sale de la estación, los policías de la entrada no le prestan atención. Acelera el paso para subir las escaleras y hallarse en la calle. Sigue lloviendo copiosamente. Mira a ambos lados asegurándose de que nadie lo sigua, son precauciones inútiles, nadie lo pela. Todos están tratando de protegerse del inclemente tormentón. Piensa por un segundo como va a cambiar la vida de todos, cuando la noticia de la explosión recorra los medios. Todos dirán “Yo estaba ahí, yo estaba ahí.... podría haber sido yo, podría haber muerto en la explosión, pero lo que a mi me preocupaba, era cubrirme del agua” curioso el asunto de las perspectivas
El portentoso y salvador Marquis esta a la vista, Pacheco emite un suspiro de alivio al palparse y encontrar en sus bolsillos las llaves. Sube al auto y arranca. Ni siquiera piensa en el hecho de que esta manchando las vestiduras con agua de caño. Solo se deja inundar por el cobijo de un lugar conocido, y que la peor parte del plan ha terminado. Enciende la radio en busca de las noticias. La hora ha llegado....

miércoles, enero 11, 2006

14

Llegando al tubo de drenaje que conecta ambos tuneles, ni la mierda ni las ratas, ni el hecho de que haya empezado a llover detienen a Pacheco y al Guero. El agua de lluvia recolectada por los fétidos tubos les llega hasta la ingle, por donde sienten pasar las garras y bigotes de las ratas gordas gordas que nadan con la corriente. La peste es indescriptible, por lo que será imposible que pasen desapercibidos en la estación del metro. Atentos ante tal situación se han desviado de la ruta original, buscando alguna de las coladeras por las que bajan los ríos de agua pluvial. El tiempo corre, 6 minutos pa que se los cargue a todos la tiznada. Al final dan con una coladera, pero ninguno de los dos alcanza la escalera para subir. Pacheco propone que uno se suba en los hombros del otro para alcanzar el primer peldaño de la escalera. El Guero toma la iniciativa y escala los hombros de Pacheco, y una vez afianzado a la escalera la sube, sin siquiera intentar ayudar a su compañero. El agua de lluvia cae abundante por el conducto, dificultando la escalada del guero, pero este no se detiene, a pesar de que el agua le impide alzar la mirada para ver hacia donde va.
Pacheco, colérico, maldice al traicionero porteño, al tiempo que salta con furia tratando de alcanzar el primer barrote de la escalinata. El guero, ya en la parte alta del escape, voltea hacia donde Pacheco se encuentra y entre el torrente pluvial que caer sobre él, le dedica un “adios cuñao´”. Pacheco motivado por la ira, al fin alcanza la escalera y empieza a subirla. El Guero, con el antebrazo levanta el registro de la coladera y a ciegas, debido a la lluvia se dispone a sacar la cabeza hacia la calle. Un violento rechinido de llantas, el golpe seco del metal contra hueso, anuncian que un auto ha pasado por encima del registro de la coladera, golpeando la cabeza del Guero y matándolo de manera instantánea. Este se desploma los 6 metros de escalera, golpeando en su trayecto varias barras de metal y a Pacheco, que intentaba subir hacia la calle. El chapuzón de agua de caño amortigua la caída del segundo. El Guero queda atorado en el ultimo escalón, que de abajo a arriba sería el primero. Su cabeza esta abierta en canal cual puerco en rastro, pedazos de craneo de una blancura inusitda se asoman entre los pelos, la sangre y la carne amoratada de la herida. La nariz se ha perdido en el trayecto, y uno de los ojos esta fuera de su orbita, detenido únicamente por un amasijo de carne nerviuda.
Pacheco se reincorpora, un dolor intensísimo le recorre todo el brazo izquierdo desde la muñeca hasta el hombro. La coladera ya no es opción, jamás podrá completar ese trayecto con un solo brazo. Deberá regresar una vez más al túnel del metro y tratar de burlar la vigilancia, empapado, oliendo a caca y con un brazo inmóvil. Tiene 4 minutos antes de la explosión, para recorrer el drenaje y llegar al túnel del metro, donde deberá una vez mas, andar el trecho hasta la estación.

domingo, enero 08, 2006

13


Cansado, madreado, mugroso y apurado Pacheco observa el interior de su backpack, su cara es de franco asombro tirándole a encabronamiento, apretando las mandíbulas y cerrando los ojos Pacheco Murmura –“esto tiene que ser una broma”- al tiempo que gira la cabeza en modo reprobatorio. Junto a él, El guero y el flaco guardan silencio y se miran entre si como preguntándose ¿que pedo?. Juntos han burlado la seguridad del metro Revolución, han caminado un largo tramo al lado de las vías del metro, y han llegado al túnel presidencial por un conducto de drenaje que comparten ambos servicios subterráneos, del cual supo Pacheco gracias a sus diversas y furtivas visitas a distintas oficinas de gobierno, en las que disfrutaba de bajarse los pantalones y sentir con el trasero desnudo, los diversos sillones de piel de los altos mandos del país. Así que después de arrastrarse entre caca y ratas por mas de un kilómetro, y de haber caminado otros 3, han llegado ahora a la parte del túnel que esta ubicada justo abajo de la sala plenaria del PUM, y si sus cálculos son correctos, estarán ahora en el momento mas álgido de los cebollazos y las lamidas de trasero partidario. Es justo el momento exacto para colocar las cargas, y que la verga se lleve a todos y cada uno de los presentes en tal sala. Pero algo detiene a Pacheco: algo en su Backpack de los Hornets de Charlotte lo tiene pasmado, y haciendo un entripado de esos que generan hemorroides.
Pacheco se dice a si mismo una y mil veces “debiste revisar, debiste revisar” pero ahora es demasiado tarde, no hay marcha atrás ni tiempo para lamentaciones.
-“Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiincheeeeeeee manco, hijisimo de su putisisima madre”- dice Pacheco, al tiempo que saca de su backpack uno de los “dispositivos” que colocarán bajo la sala plenaria pa´ mandar a todos a la verch. El dispositivo en cuestión no es muy distinto a las bombas que utiliza el coyote, el de las caricaturas, para tratar de eliminar al correcaminos: es un vil despertador “Timex” de cuerda, unido por una maraña de cables eléctricos a tres cartuchos de TNT, eso es todo, no hay contadores digitales, ni explosivo plástico, nada, solo relojes y vil dinamita.
-“Cabrón, si tu empacaste todo esto, ¿como no fuiste pa´ decirme que estos eran los pinches explosivos?”- Le dice Pacheco, parpadeando desesperadamente, al Guero.
-“No tienen falla Pacheco,  sólo hay que dar cuerda al reloj, fijar la alarma y listo, kabum”-
Viendo Pacheco que no había marcha atrás no discutió mas, sólo se frotó la cara con ambas manos y se dispuso a darle cuerda a cada uno de los 4 despertadores que traía en su backpack, cosa que hicieron los demás, y después de fijar las alarmas a un exacto cuarto de hora contando a partir de ese instante, fijaron los “dipositivos” al techo del túnel con cinta gaffer que sabiamente el flaco había empacado, recordando sus tiempos de staff videohomero: “Con gaffer todo se arregla” reza el lema.
El tic-tac de los doce relojes en perfecta sincronía no acallaba los corazones desbordados de los tres individuos, que ahora debían huir a como diera lugar. Las cartas estaban echadas. En míseros 15 minutos, el atentado terrorista más grande de la historia del país seria la nota de todos los periódicos y programas de televisión. Humo, ceniza, escombros, miembros amputados y el distintivo olor de la carne quemada sería lo único que quedaría de aquel lugar.
Los tres individuos corren, no al mismo paso, hasta el drenaje que los llevará a tierra segura. El Flaco ha empezado a maldecir todas y cada una de las donas krispy kreme que se ha jampado, al tiempo que la respiración y las piernas lo abandonan, Poco a poco se va rezagando. Y entre el dolor de caballo y el pecho congestionado alcanza a gritarle a sus compañeros que lo esperen, pero estos no se detienen, piensan que tal vez 30 era un mejor numero que 15, pero ya no es hora de dudar, sino de correr, después de todo, los 15 ahora son 11, y en un minuto serán 10.
El flaco se desmaya, bañado en sudor, su físico no ha dado para mas, a el también se lo cargara la verch.
Los demás no paran, y aunque Pacheco empieza a lamentar todas las bachas de su mondriga vida, su premura por huir es más grande que cualquier falta de aliento.

miércoles, enero 04, 2006

12


“Es la única forma” se dice a si mismo Pacheco, como tratando de convencerse, al tiempo que le da un jalón a su porro, -“Es la única forma”, remata luego en voz alta, echando el humo y dirigiéndose a los hombres que lo miran fijamente. Una improvisada maqueta esta frente a el. El barco pirata de playmobil simula las oficinas centrales del PUM, y la sección donde se guarda el cofre del tesoro, se supone que sea la sala plenaria. –“Entrando por el túnel podremos llegar justo a los cimientos del edificio, las cargas se encargaran del resto”-
-“¿Qué túnel?”- pregunta el tuerto, fijando sus ojos y el hueco donde debería estar la nariz en el barco pirata.
-“En algún punto de la construcción de las líneas del metro,”- platica Pacheco.-“Alguien decidió construir una serie de túneles que intercomunicaran las distintas oficinas de gobierno, de tal forma que el presidente no tuviera que verse atorado en el transito citadino. Para ir de un punto a otro, solo debe tomar el túnel que lo llevara ahí, Como nadie mas tiene acceso a los túneles, el presidente tiene transito libre sobre ellos”-
-“¿Y si nadie tiene acceso como revergas vamos a entrar?”- pregunto el guero en su perfecto veracruzano
-El túnel presidencial que conecta al PUM con la red, corre en paralelo con la Línea 2 del metro, y el mismo esta en desuso, pues como todos sabemos, el partido que ahora gobierna el país es otro.”- Concluyó, para darle un jalón más a su gallo. -“Entraremos por el metro Revolución haciendo un orificio en la pared del tunel, el cual cruza justo por abajo de la sala plenaria, así que no será complicado. El Guero y El Flaco irán conmigo”
Los observadores miraban a Pacheco serios, impávidos. El silencio sentaba el hecho de que no había dudas, había un frente común y una misión conjunta que cumplir. Después de todo, todos los asistentes a esta junta de planeación, habían tenido al menos algún quever con la bellísima Lenin, la cual era generosa con sus bienes, y nunca tuvo el mal espiritu de negarle a alguien algún arrimón furtivo, aunque también todos sabían que al final, el corazón de Lenin era sólo de Pacheco. Y aunque salvar a Lenin era un objetivo común, en realidad salvar el pellejo propio era la prioridad, todos saben que si fallan, no habrá lugar sobre la faz de la tierra en el que puedan estar a salvo de la ira de las mujeres de la Doble E, que si de por si es un pedo esconderse de una mujer enojada, imaginen ahora esconderse de un mutante de vieja sin capacidad alguna para dar cabida al olvido o al perdón. Más vale... por el bien de todos... que todo salga bien.

jueves, noviembre 03, 2005

11


-“¡Uyyyyy esta re-fácil!”- dice el manco, que lleva su mano buena enyesada como secuela de la balacera –“Tengo unos amigos fayuqueros ahí en la calle de Toltecas que te consiguen lo que sea... ¡lo que sea, cabrón!, nomás no hay que bajarse de la nave por que ahi si vales verga”-
Pacheco mira al manco con cierto aire de desconfianza, Tepito siempre ha sido tierra de nadie; Sin embargo sabe que cualquier cosa es preferible a lidiar con el iracundo y sobrenatural grupo de choque de la doble E.
-“¡Ve con él, pinche Manco! Que te acompañe el flaco. Y nada de sorpresas”- Dice terminante el cojo.
El flaco, el manco y Pacheco bajan por Eje central hasta el eje 1 Norte. La vibra del barrio bravo se empieza a sentir apenas pasan el metro lagunilla; es como cuando un tigre marca su territorio con miados, nomás que aquí huele a pura rata de dos patas. Llegando a Tenochtitlan dan vuelta a la derecha, internándose así en el barrio de Tepito. A las 9 de la mañana no hay puestos que interfieran en su camino, Bartolomé De Las Casas esta desierto., solo hay un teporocho por aquí y un malandrín por allá. En la calle de Toltecas detienen el auto.
-“toca 5 veces el claxon”- pide sereno el manco a Pacheco. Las primeras notas entrecortadas del himno nacional se escuchan 5 veces. Un portón azul se entreabre levemente, y una débil figura de cabello cano, bigote blanco tupido, suetercito de lana tejido y lentes de fondo de botella se asoma. Pacheco hace un cambio de luces según le indica el manco: altas-bajas-apagado-altas-apagado-altas-bajas-apagado-limpiadores-alta-altas-bajas-apagado.
El hombrecillo abre la puerta y el Marquis ingresa al garage.
-“Quiuuuuubo Pinche Satanás”- vocifera el manco al tiempo que intenta estrechar con su prótesis al hombre de cabello cano, el cual contesta con una sonrisa amable –“hola manquito, ¿en que te puedo ayudar?”
Satanás y el manco se van al fondo del garage, mientras que el Flaco y Pacheco esperan en el auto.
10 minutos después regresa el manco con un diablito cargado de cajas selladas sin marcar.
-“Orale pinche Pacheco, abre la cajuela”
Decenas de triangulitos de Boing con inservibles partes para armar cabezas nucleares desbordan la cajuela de Marquis. No hay espacio para las cajas sin identificación.
-“si los Boings les estorban, se los cambio por un ipod verdecito casi nuevo”- dice el Satanás en un tono amabilísimo, -“solo tiene un rayoncito en la pantalla, y se los doy con todo y su i-trip y todo”- Oír al Satanás decir “i-pod” y no “ai-pod” es sumamente refrescante.

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De vuelta en la Fundidora disfrazada como Motel en Tlalpan, Pacheco trata de resolver el rompecabezas que es plantar los explosivos en las oficinas del PUM sin ser descubierto. Deberá ser una operación discreta e infalible; las intrincadas curvas de Lenin dependen de ello.

miércoles, noviembre 02, 2005

Tiempo Muerto



-“Quiero tener la certeza de que estamos en la misma pagina, señor Pacheco”- dice la nasal y flemosa voz por el celular –“...Y no quiero dar pie a sospechisismos, pero comprenderá que su palabra no es suficiente en este caso. Digamos que la chica es nuestra garantía”-
Pacheco escucha la voz en el celular, al tiempo que maneja frenéticamente su Marquis por Tlalpan en dirección al Balalaika.
-“Sí su parte del trabajo no es ejecutada con prontitud y eficacia Señor Pacheco, el doctor Del Villar le realizara un trabajo de emergencia a su infamemente famosa amiguita. Tiene hasta el lunes”
Pacheco da vuelta en Municipio Libre y luego baja por eje central. Al menos la deidad del trafico esta de su lado, y encuentra las calles libres para circular a 179 Kilómetros por hora. En su vertiginosa travesía, Pacheco recapitula y se percata que ahora no se detuvo a ver el espectacular de Wonderbra que se mece tentador sobre Tlalpan y Churubusco. No hay tiempo ni cabeza para la autoindulgencia. La sola imagen de una Lenin desfigurada y bigotona, enfundada en un Chanel rosa lo llena del mas apestoso sudor frió. El acelerador esta a tope, la maquina del Marquis ruge cual animal herido de muerte. Nunca la dirección hidráulica ha sido más útil. La marquesina del Balalaika figura en el horizonte; Oasis/espejismo para explorador perdido en el desierto.

martes, noviembre 01, 2005

10


Lenin había pensado en el camino de la cama a la puerta que esa sería la última vez que los Atalayas tocarían a su puerta a las 8 am de un sábado. Esta vez la tendrían que escuchar.
Al abrir la puerta, Lenin, mal enfundada en un sexy “baby doll” rojo que había comprado la noche anterior en uno de los puestos afuera del metro Portales, se encontró con tres mujeres bigotonas vestidas de Channel rosa, era como si Jackie Kennedy se hubiera triplicado y convertido en focas prietas, bigotonas. Sus pieles restiradas desde la zona de las ya inexistentes orejas las delataban, eras agentes de la EE.
Pacheco había advertido a la Lenin que se cuidara; que una mujer de sus características no podía cometer un solo error frente a la EE, además ellas sabían de su relación. Era de todos conocido el video que Pacheco y Lenin habían protagonizado y que se vendió por meses afuera del Cine Teresa. Ambos había sido una celebridad en los programas periodísticos del espectáculo, como se hacían llamar ahora, todo el mundo vio los encabezados que el Ovaciones publicó con una foto de archivo de Lenin cuando apenas contaba con virginales 32 años: “-MAESTRA CHAYITO – DE LA TELENOVELA REBELDE EN VIDEO CASERO CON CONSEJERO DEL IFE. JAGUARES CAMPEÓN DE LA CHAMPIONS LEAGE, VENCE AL ARSENAL 7 A 0”.
El resultado fue que a Pacheco lo multaron con 70 pesos y lo inhabilitaron por dos semanas. A Lenin la corrieron sin liquidación de la telenovela que acababa de cumplir 8 años al aire, haciendo alusión a una cláusula de moral en su contrato. Un capítulo después, su sustituta habría de representar las mismas escenas del video en brazos de una estrella adolescente que habían traído de Colombia.
Pacheco había ganado “hombría” y portadas en el TVNotas y el TVyNovelas, además de un més de entrevistas en el noticiero de las 11 conducido por Maky Chamoy y su patiño Gómez Dórriga. Lo que lo había hecho llegar al circulo de Maky Chamoy y la mismísima “Doble E”. Lenin había conseguido trabajo como bailarina exótica en el Balalaika con la ayuda de su mentor “El Tuerto”.
Lenin inmediatamente repasó el plan “B” que Pacheco había estructurado en caso de que algo saliera mal y las huestes de la EE quisieran tomar represalias con ella. Habían logrado mantener su relación en secreto, pero sabían que la EE los tenía bien vigilados. Sabían que Lenin y Pacheco seguían siendo amantes, las facturas que la Secretaría de Hacienda filtraba al Servicio Secreto Magisterial, (el brazo operativo de “Doble E”) por concepto de “La Bombita” ® no podían mentir.
La Lenin tomó el machete que Pacheco había dejado escondido el marco de la puerta y el celular. Las agentes entraron al departamento y la sujetaron de los cabellos, Lenin sólo pudo marcar el número 1 que tenía programado el número de Pacheco, se escucho su voz mientras el aparato caía al suelo. Lenin logro tirar dos golpes con el machete y cortar el brazo izquierdo de una de las agentes, su izquierda, no de la agente. Esta, sin mostrar dolor alguno por la pérdida de su miembro de 2 kilos miró el hombro que emanaba un liquido color ocre que olía a azufre. Fue entonces que Lenin vio como el brazo se regeneraba hasta formar una cuarta foca vestida en Channel rosa. Lenin ya no pudo con cuatro agentes de la EE.
En un motel de Tlalpan, Pacheco sólo alcanzó a escuchar los gritos de auxilió de Lenin: - ¡Pachi! ¡Pachi! ¡Son ellas, están… ¡Oh no, mi diós…se estan multi…! Y después nada. Pacheco colgó el teléfono, tomó su .38 especial con las balas de plata que había terminado de hacer y el machete fabricado con metal de la nave que se estrellara en Roswell.

miércoles, octubre 26, 2005

9

“¡Taaaahhhhka takaaaaahhhh!” dice colérico el chino en su perfecto japonés –“estamos jolilos, jolilos.” Esta era su reacción mientras analizaba el nano-chip en el microscopio –“Mondligos mexicanos tan malhechotes, taka taka taka taka, esta aluinado, aluinado”. El chino apretaba sus puños, al tiempo que tomaba un cutter que tenia frente a el y se aplicaba el hara-kiri mas insólito y complicado de la historia. Sangre, tripas y jugos gástricos empezaban a brotar lentamente de su abdomen. –“debí asocialme con los guatemaltecos....Aaaaaaahhhh”- dice con su ultimo aliento el chino.
Uno de los empleados del chino se aproxima a ayudarlo, pero es tarde. El chino ha muerto.
-“¿Puedes arreglarlo?”- Le pregunta Pacheco al asistente del chino –“¿puedes arreglar el chip?”- El asistente se acerca al microscopio y después de darle una ojeada contesta –“Es imposible, palece como si alguien le hubiela dispalado”- y concluye -“Esta aluinado”-
Pacheco toma un respiro, mira a su alrededor, saca su .38 special y fulmina al asistente, disparándole 4 veces en la orbita ocular derecha, su derecha, no la de Pacheco. Limpia las tripas de sus zapatos y sale del lugar.

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Al tiempo que maneja su Marquis por viaducto, Pacheco piensa en las alternativas. En menos de 72 horas se efectuaría la convención nacional del “PUM”. Todos sus líderes estarían reunidos en el mismo edificio a la misma hora. Es una oportunidad que “doble E” no dejaría pasar. Si algo le sucediera a todos los lideres del PUM la organización no tendría mas remedio que ofrecerle el liderato a la señora doble E.
Una mujer en el poder: Terrorífico... si, impensable.... posiblemente, histórico.... seguramente, inexorable, para Pacheco al menos si. Para Él, la otra alternativa era la muerte. En ningún lugar estás a salvo de la ira de una mujer decepcionada.
En menos de 72 horas las huestes bigotonas de doble E estarán tocando a la puerta de Pacheco, preguntando por el dispositivo que deberá estar instalado en las oficinas del PUM, listo para ser accionado a la hora de la Convención Nacional. Así que ahora Pacheco debe valorar sus opciones.

martes, octubre 25, 2005

8


-IMPOSIBLE, ES NADA mi querido Doctor.-
Dijo el güero con un acento de veracruzano enojado.
-¿Que quiere decir con que es imposible sacarle los dientes?-
-Eso Sr. Güero, que es imposible sacarle los dientes a este hombre.-
Contestó el Dr. Jairo Campos.
-Es una belleza, es un gran trabajo de nano-ortodoncia-reconstru-selectiva-prostética, nada que haya yo visto antes. ¡Es como… como un milagro! ¿Se da cuenta de lo que podría cobrar si tuviera mi instrumental completo y el tiempo de estudiar esta pieza tán… tán… única?-
Al fondo, en el radio de un cuarto contiguo, la XEQK daba la hora cada minuto, como si nada se perdiera con el paso del tiempo:
-Son las once, treinta y dos minutos-
-Son las once, treinta y tres minutos-
-Son las once, treinta y cuatro minutos-
El Doctor Jairo Campos continuó: - Intentaré, si está usted de acuerdo, sacar una radiografía, localizar…-
Dijo mientras miraba de reojo a Pacheco que se había puesto de pie y acariciaba su .38 special mal acomodada entre el pantalón y la camisa que parecía querer explotar junto con su abdomen.
-… localizar lo que sea que quieran sacar de los dientes de este… modelo de la ortodoncia moderna-.
El Sonrisas parecía no tener labios y su dentadura perfecta como la de el mismísimo Dios brillaba celestialmente reflejando la luz de la lámpara de mecánico que habían colocado por sobre su cabeza.
El Güero, en un movimiento que sólo años en el servicio secreto de su majestad jarocha habrían podido preparar, tomó de un golpe la .38 de Pacheco y disparó. Dos veces en la frente del Dr. Y antes de que las gotas de sangre alcanzaran los impávidos y virginales dientes del Sonrisas disparo a la boca del paciente, una, dos, tres veces, destrozando por completo las perlas de oriente que el taquero presumió con su familia por sólo 3 días. Junto con el zumbido que queda en los oídos después de disparar un arma, se escucharon, muy a lo lejos como caían pedazos de dientes falsos, y entre ellos un microscópico dispositivo que Pacheco apuró a recoger.
En el cuarto irrumpió Maria Mercedes, la mucama de 20 años gritando blanca como los dientes que alguna vez envidió del sonrisas.
El Güero miró a Pacheco y extendió el arma manchada de sangre, saliva y restos blancos de perfección blanquecina.
-Cómo no pensamos en esto antes- Dijo el Güero a Pacheco.
En el radio se escuchaba:
-Son las once, treinta y seis minutos-
-Son las once, treinta y siete minutos-
-Son las once, treinta y ocho minutos-
-Son las once, treinta y nueve minutos-
-Son las once, cuarenta minutos-

viernes, octubre 14, 2005

7


-“No traigo nada de instrumental”- contesta el Dr. Campos, al tiempo que camina al interior de la oficina del lugar –“ni anestesia o medicamentos, tendríamos que regresar al consultorio”
-“Eso, desafortunadamente doctor, esta fuera de discusión; la extracción debe hacerse ahora”- replica el Guero –“Sin embargo, creo que aquí podemos tener todo lo que puede requerir”
-“¿Tienen aquí instrumental?” pregunta Campos
-“desarmador plano y de cruz, llave de tuercas, pinzas de corte y un gato hidráulico”- dice el Guero- “siéntase en confianza de usar lo que necesite”
-“Esto es lo que alcance a agarrar en su consultorio” - dice Pacheco al tiempo que enseña un trapo con instrumental dental.
-“Maravilloso”- afirma el Guero – “traigan al Sonrisas”
El “Sonrisas” es un hombre moreno de unos 35 años y 1.60 de estatura. Antes de conocer al chino, era un simple taquero con los molares podridos, la encía colorada y los dientes frontales del mismito color que el huitlacoche. Cuando "El Chino" le propuso otorgarle una tremenda dentadura nueva a cambio de un par de molestas semanas, no dudo ni un segundo.
La habitación se ilumina con la sonrisa del Sonrisas, que porta elegantemente un kimono adquirido en su reciente viaje al oriente del planeta. Los japoneses han hecho un trabajo impecable con su dentadura. Ahora será removida por completo.

miércoles, octubre 12, 2005

6


El marquis ingresa a la vulcanizadora, que es en realidad un hospital clandestino disfrazado. Un veracruzano de tez obscurísima sale al paso de Pacheco 
–“Quiubo pinche guero”- saluda Pacheco efusivo. El “guero” corresponde el saludo con un movimiento de cabeza, y se sigue hasta la cajuela del carro. De ella sale un hombre moreno de estatura mediana que viste una camisola blanca de manga corta y una diadema con lamparita. Esta amordazado. El Guero mira a Pacheco con rostro de desapruebo y de inmediato procede a quitarle la mordaza al sujeto

-”Doctor Campos”- dice el guero con su peculiar acento veracruzano –“me apena mucho que nos conozcamos en tales circunstancias, por cualquier molestia que le haya hecho pasar mi asociado le pido una disculpa”- el guero continua –“Me atrevo a decir que soy el mas ferviente admirador de su exquisito trabajo, y es por eso, que aunque en circunstancias inadecuadas, no podría estar mas complacido con que esté usted incluido de este proyecto”- 
El Dr. Campos, enmudecido con el recibimiento luce sorprendido y extrañado. 
–“vera usted”- continua el guero –“necesitamos de manera apremiante los servicios de un especialista dental, para realizar una extracción, desde luego, estaremos en deuda con usted. Contrario a lo que aparente mi asociado aquí presente, nosotros somos caballeros y hombres de palabra”
El Dr. Campos abrumado con la elocuencia del Guero mira a su alrededor...

lunes, octubre 10, 2005

5


Pacheco maneja su Marquis por la Colonia Portales Norte: Un constante golpeteo proveniente de la cajuela lo distrae de sus pensamientos. Para minimizar el escándalo sintoniza su estereo en Radio Universal. “Sunny” con Bobby Hebb esta al aire. Pacheco escucha la canción un segundo con expresión de duda, pero súbitamente un dejo de alivio se asoma -”Uyyy a guevo” y empieza a mover la cabeza al ritmo de la canción para luego cantar en un falsete casi irreal absolutamente estridente, la versión en español que en el ´87 Luis Miguel hiciera de la misma canción: -“...por entender, por confiar, por discutir, por peeeerdonar”- canta Pacheco
Súbitamente, el golpeteo lo distrae de su interpretación –“¡ohhh que la!, Vas a hacer que me pierda la mejor parte”- Grita Pacheco hacia la parte de atras de su auto, luego sube aun más el volumen del autoestereo y con todo el aire de sus pulmones canta el verso final: -“Tu me has llevado sin pensar a los limi-teaaees del maaaal, Soni es la verdad... Te quiero... daaaaaaahahaaaaaaaaaaaaa

Llegando a la calle de Odesa el marquis se detiene frente a una vulcanizadora. Un perrote café empieza a ladrar, pero Pacheco le avienta los restos de una torta de milanesa y el can huye despavorido. Las primeras notas del himno nacional se distinguen en el claxon del Marquis, y una gran puerta metálica se abre.

viernes, octubre 07, 2005

4

De reversa mami, de reversa Mami”- es lo que se oye en el lascivo tugurio, con el aparatoso ruido de los buffers rotos del sonido local es imposible oír los disparos. El olor a pólvora se pierde entre el humo de cigarro y la peste a sudor y licor barato.
Pa´tras pa´elante pa´tras pa´elante
-¡No mames pinche Pacheco!- Dijo el flaco, que en realidad era un hombre de unos 180 kilos - ¡Mataste al puto del Samoano!, ¿Ahora quien vergas va a sacar los putos pinches dientes falsos?-
Pacheco mata la bacha en la regordeta mejilla del Samoano.
-¿Qué pendejo confunde uranio con plutonio?- Dice Pacheco inexpresivo –A ese paso iba a sacar un molar por incisivo-
Pacheco guarda su .38 special y ayuda a la escultural Lenin a ponerse de pie. Para cualquier observador medianamente adiestrado es obvio que entre ellos hay un pasado uberporno. El sutil contacto de sus manos y el cruce de miradas los delata.
-¡Mi mano guey! ¡Mi mano!- Grito aterrado el manco, a quien un fragmento de bala le destrozo la palma de su única mano.
Irónico destino: su mano prostética está intacta.
-Llévalo rápido con el Guero- Ordena el cojo con desden al flaco –El sabrá que hacer-
El Tuerto abre la puerta del privado: es un hombre de unos 40 años que no tiene nariz. y se encarga de controlar el Balalaika.
–Te llaman en la pista Lenin- comenta sin prestar atención al cadáver de Jacinto.
Lenin toma un profundo respiro y sale del privado sin despedirse de nadie. Detrás de ella salen el flaco y el cojo.
-Necesitamos un nuevo dentista, Pacheco. Encárgate del Samoano y luego soluciona ése asunto. Toda la operación depende de eso. Consiguete a un dentista, me da un pito si es el pinche Jairo Campos- dice el cojo en una voz serena, decidida.
Pacheco saca unas gafas negras de su saco y se las coloca al Samoano, luego, al mejor estilo de “weekend at bernie´s” lo saca del lugar haciéndolo pasar por un borracho cualquiera, no con poco esfuerzo debido a las preestablecidas dimensiones del Samoano. Pacheco es un tipo fuerte y el esfuerzo apenas lo hace asomar unas pequeñas perlitas de sudor en la frente.
Ya afuera del lugar sube al Samoano a su Grand Marquis y toma el eje central, para luego tirarlo en la coladera abierta de Izazaga y Lazaro Cardenas, el drenaje profundo hará el resto.
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-¿Si, en que puedo ayudarle?- Dice la voz chillona del interfon
–Buenas tardes, tengo cita con el Dr. Campos- Dice Pacheco con voz amable

jueves, octubre 06, 2005

3


Jacinto tomó el estuche del ukelele y lo coloco ceremoniosamente sobre la mesa, justo sobre las cartas del juego de canasta, El Manco, El Cojo y Pacheco sentados alrededor del juego, esperaban ver la mercancía.

Al otro lado de la ciudad, el algún lugar de Cuautitlán Izcalli, un trailer era descargado en una bodega clandestina, disfrazada de escuela privada, era el tipo de edificios que podían pasar desapercibidos en los suburbios de una ciudad como la de México. Un Japonés coordinaba la operación. Piezas de alta tecnología, colocadas con maestría en “triangulitos” Boing, listas para ser ensambladas por cual quier persona con un mínimo de conocimientos en cabezas nucleares. La primera etapa estaba casi completa, la segunda era el encuentro y para cuando llegara el momento adecuado de la tercera, Kasumasa Ikenaga se encontraría muy lejos como para que alguien hilara su presencia en tierras aztecas.

En el privado del Balalaika, el Gordo Samoano mostraba el contenedor de seguridad el plutonio.

-Lástima que lo que necesitamos es uranio, ¡gordo imbécil!- Dijo El Manco -¿Qué, crees que vamos a construir una máquina del tiempo a partir de un auto?.-
-Pue’ ubieran pedido uranio entonces- replico Jacinto, - el Gordo trae lo que le piden, ahora, quiero ver el dinero-.
-Nada de dinero- interrumpió Pacheco –Danos lo que queremos y te entregaremos el dinero.-
No acababa de terminar la frase cuando se abrió una puerta al fondo del privado, era Lenin, la bailarina estrella que buscaba al Cojo, era de todos conocido la rutina que se seguía en el Balalaika si una de las chicas quería ver su dinero.

Con El Gordo Samoano y La Lenin buscando el dinero del Cojo en un extremo del hediondo lugar, el Cojo se puso nervioso y con la pierna buena apoyada a la pata de la mesa, se aventó hacia atrás, lo que el Detective Pacheco interpretó como la señal para eliminar al Gordo.
El lugar no olía mas que a pólvora. Cinco cuerpos entre sangre, propia y ajena, yacían en el lugar. Debajo de la mesa se escuchaba, débilmente entre gorgoteos de lo que obviamente era sangre, una voz de mujer: -¡Cojo! ¡Pacheco! Están bien?.-

martes, octubre 04, 2005

2

Jacinto y Pacheco salen de la oficina hacia un largo corredor, iluminado por la verde luz fluorescente de todo edificio de gobierno. Caminan uno atrás del otro debido a lo estrecho del pasillo. El gordo Samoano puede apreciar el peculiar estilo de caminar de Pacheco, a la John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” así como su elegante indumentaria: Mocasín claro de bigotito, pantalón recto blanco, camisa de poliéster negra abierta hasta la mitad del pecho, saco de pana beige de diseñador desconocido y un pin amarillo en la solapa del saco que dice “no al desafuero”
Sin reparo, Pacheco saca un porro de la bolsa interior del saco y lo enciende con un viejo encendedor imitación de zippo. Jacinto, un poco desconcertado, no dice nada. Pacheco, sin voltearlo a ver le dice: -“Los edificios de gobierno son como Ámsterdam... se vale de todo”- Y tras una pausa concluye –“Deberías ver lo que pasa en los baños.”-
Jacinto asiente con la cabeza y apura el paso, al tiempo que se afianza al maltrecho estuche de ukelele que carga en la mano izquierda.

lunes, octubre 03, 2005

Introduccion. Una nueva esperanza.


Un hombre moreno de 2x2x2 se detuvo frente a la puerta del despacho, ya acostumbrado a la dificultad que significa para alguien de esas dimensiones traspasar cualquier puerta, soltó el aire y lentamente se deslizo como un globo lleno de agua por entre los dedos de un niño. El Detective Epigmenio Solana Pacheco recordó que la única vez que se había sentido igual de intimidado fue cuando el General Lázaro Cárdenas Batel lo había sorprendido en su despacho con los pantalones abajo. El sólo recuerdo de todo lo que pasó esa vez en Palacio Nacional de Michoacan y sus sótanos lo dejó helado.
El Gordo acabó por fin de entrar y extendió una tarjeta. –“Soy Jacinto y me dicen el “Gordo Samoano” por que soy de Zamoa Michoacán”.- dijo recargando las vocales como alguien que se desliza con dificultad por los marcos de las puertas.
Todo cobraba sentido pues el flaco le había prometido la ayuda de un "gran" amigo michoacano. Lo que no se explicó al momento es cómo con esas dimensiones sería capaz de tal trabajo y no quiso imaginar al pobre diablo que tendría la mano del Gordo Samoano en su boca, tratando de sacarle las muelas postizas que con delicadeza los japoneses habían moldeado como contenedores.
El Detective Solana tomó la tarjeta, extendió su mano y sintió el poder michoacano estrujándola. –¡Vámonos Gordo!- dijo el Detective -no podemos estar mucho tiempo en esta oficina- continuo mientras se subía los pantalones.