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Jacinto y Pacheco salen de la oficina hacia un largo corredor, iluminado por la verde luz fluorescente de todo edificio de gobierno. Caminan uno atrás del otro debido a lo estrecho del pasillo. El gordo Samoano puede apreciar el peculiar estilo de caminar de Pacheco, a la John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” así como su elegante indumentaria: Mocasín claro de bigotito, pantalón recto blanco, camisa de poliéster negra abierta hasta la mitad del pecho, saco de pana beige de diseñador desconocido y un pin amarillo en la solapa del saco que dice “no al desafuero”
Sin reparo, Pacheco saca un porro de la bolsa interior del saco y lo enciende con un viejo encendedor imitación de zippo. Jacinto, un poco desconcertado, no dice nada. Pacheco, sin voltearlo a ver le dice: -“Los edificios de gobierno son como Ámsterdam... se vale de todo”- Y tras una pausa concluye –“Deberías ver lo que pasa en los baños.”-
Jacinto asiente con la cabeza y apura el paso, al tiempo que se afianza al maltrecho estuche de ukelele que carga en la mano izquierda.
Sin reparo, Pacheco saca un porro de la bolsa interior del saco y lo enciende con un viejo encendedor imitación de zippo. Jacinto, un poco desconcertado, no dice nada. Pacheco, sin voltearlo a ver le dice: -“Los edificios de gobierno son como Ámsterdam... se vale de todo”- Y tras una pausa concluye –“Deberías ver lo que pasa en los baños.”-
Jacinto asiente con la cabeza y apura el paso, al tiempo que se afianza al maltrecho estuche de ukelele que carga en la mano izquierda.
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