miércoles, octubre 12, 2005

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El marquis ingresa a la vulcanizadora, que es en realidad un hospital clandestino disfrazado. Un veracruzano de tez obscurísima sale al paso de Pacheco 
–“Quiubo pinche guero”- saluda Pacheco efusivo. El “guero” corresponde el saludo con un movimiento de cabeza, y se sigue hasta la cajuela del carro. De ella sale un hombre moreno de estatura mediana que viste una camisola blanca de manga corta y una diadema con lamparita. Esta amordazado. El Guero mira a Pacheco con rostro de desapruebo y de inmediato procede a quitarle la mordaza al sujeto

-”Doctor Campos”- dice el guero con su peculiar acento veracruzano –“me apena mucho que nos conozcamos en tales circunstancias, por cualquier molestia que le haya hecho pasar mi asociado le pido una disculpa”- el guero continua –“Me atrevo a decir que soy el mas ferviente admirador de su exquisito trabajo, y es por eso, que aunque en circunstancias inadecuadas, no podría estar mas complacido con que esté usted incluido de este proyecto”- 
El Dr. Campos, enmudecido con el recibimiento luce sorprendido y extrañado. 
–“vera usted”- continua el guero –“necesitamos de manera apremiante los servicios de un especialista dental, para realizar una extracción, desde luego, estaremos en deuda con usted. Contrario a lo que aparente mi asociado aquí presente, nosotros somos caballeros y hombres de palabra”
El Dr. Campos abrumado con la elocuencia del Guero mira a su alrededor...