martes, octubre 25, 2005

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-IMPOSIBLE, ES NADA mi querido Doctor.-
Dijo el güero con un acento de veracruzano enojado.
-¿Que quiere decir con que es imposible sacarle los dientes?-
-Eso Sr. Güero, que es imposible sacarle los dientes a este hombre.-
Contestó el Dr. Jairo Campos.
-Es una belleza, es un gran trabajo de nano-ortodoncia-reconstru-selectiva-prostética, nada que haya yo visto antes. ¡Es como… como un milagro! ¿Se da cuenta de lo que podría cobrar si tuviera mi instrumental completo y el tiempo de estudiar esta pieza tán… tán… única?-
Al fondo, en el radio de un cuarto contiguo, la XEQK daba la hora cada minuto, como si nada se perdiera con el paso del tiempo:
-Son las once, treinta y dos minutos-
-Son las once, treinta y tres minutos-
-Son las once, treinta y cuatro minutos-
El Doctor Jairo Campos continuó: - Intentaré, si está usted de acuerdo, sacar una radiografía, localizar…-
Dijo mientras miraba de reojo a Pacheco que se había puesto de pie y acariciaba su .38 special mal acomodada entre el pantalón y la camisa que parecía querer explotar junto con su abdomen.
-… localizar lo que sea que quieran sacar de los dientes de este… modelo de la ortodoncia moderna-.
El Sonrisas parecía no tener labios y su dentadura perfecta como la de el mismísimo Dios brillaba celestialmente reflejando la luz de la lámpara de mecánico que habían colocado por sobre su cabeza.
El Güero, en un movimiento que sólo años en el servicio secreto de su majestad jarocha habrían podido preparar, tomó de un golpe la .38 de Pacheco y disparó. Dos veces en la frente del Dr. Y antes de que las gotas de sangre alcanzaran los impávidos y virginales dientes del Sonrisas disparo a la boca del paciente, una, dos, tres veces, destrozando por completo las perlas de oriente que el taquero presumió con su familia por sólo 3 días. Junto con el zumbido que queda en los oídos después de disparar un arma, se escucharon, muy a lo lejos como caían pedazos de dientes falsos, y entre ellos un microscópico dispositivo que Pacheco apuró a recoger.
En el cuarto irrumpió Maria Mercedes, la mucama de 20 años gritando blanca como los dientes que alguna vez envidió del sonrisas.
El Güero miró a Pacheco y extendió el arma manchada de sangre, saliva y restos blancos de perfección blanquecina.
-Cómo no pensamos en esto antes- Dijo el Güero a Pacheco.
En el radio se escuchaba:
-Son las once, treinta y seis minutos-
-Son las once, treinta y siete minutos-
-Son las once, treinta y ocho minutos-
-Son las once, treinta y nueve minutos-
-Son las once, cuarenta minutos-

2 Comments:

At 4:00 p.m., octubre 26, 2005, Anonymous Anónimo said...

que pacho? No se rompen esas magnificas piezas de nano tecnologia con tanta bala?
Es una entrega mas del alarma?

 
At 11:23 p.m., octubre 26, 2005, Blogger LFP said...

¿Verdad?
Es lo que yo digo, ah quee Güero tán intempestuoso.

 

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