domingo, enero 08, 2006

13


Cansado, madreado, mugroso y apurado Pacheco observa el interior de su backpack, su cara es de franco asombro tirándole a encabronamiento, apretando las mandíbulas y cerrando los ojos Pacheco Murmura –“esto tiene que ser una broma”- al tiempo que gira la cabeza en modo reprobatorio. Junto a él, El guero y el flaco guardan silencio y se miran entre si como preguntándose ¿que pedo?. Juntos han burlado la seguridad del metro Revolución, han caminado un largo tramo al lado de las vías del metro, y han llegado al túnel presidencial por un conducto de drenaje que comparten ambos servicios subterráneos, del cual supo Pacheco gracias a sus diversas y furtivas visitas a distintas oficinas de gobierno, en las que disfrutaba de bajarse los pantalones y sentir con el trasero desnudo, los diversos sillones de piel de los altos mandos del país. Así que después de arrastrarse entre caca y ratas por mas de un kilómetro, y de haber caminado otros 3, han llegado ahora a la parte del túnel que esta ubicada justo abajo de la sala plenaria del PUM, y si sus cálculos son correctos, estarán ahora en el momento mas álgido de los cebollazos y las lamidas de trasero partidario. Es justo el momento exacto para colocar las cargas, y que la verga se lleve a todos y cada uno de los presentes en tal sala. Pero algo detiene a Pacheco: algo en su Backpack de los Hornets de Charlotte lo tiene pasmado, y haciendo un entripado de esos que generan hemorroides.
Pacheco se dice a si mismo una y mil veces “debiste revisar, debiste revisar” pero ahora es demasiado tarde, no hay marcha atrás ni tiempo para lamentaciones.
-“Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiincheeeeeeee manco, hijisimo de su putisisima madre”- dice Pacheco, al tiempo que saca de su backpack uno de los “dispositivos” que colocarán bajo la sala plenaria pa´ mandar a todos a la verch. El dispositivo en cuestión no es muy distinto a las bombas que utiliza el coyote, el de las caricaturas, para tratar de eliminar al correcaminos: es un vil despertador “Timex” de cuerda, unido por una maraña de cables eléctricos a tres cartuchos de TNT, eso es todo, no hay contadores digitales, ni explosivo plástico, nada, solo relojes y vil dinamita.
-“Cabrón, si tu empacaste todo esto, ¿como no fuiste pa´ decirme que estos eran los pinches explosivos?”- Le dice Pacheco, parpadeando desesperadamente, al Guero.
-“No tienen falla Pacheco,  sólo hay que dar cuerda al reloj, fijar la alarma y listo, kabum”-
Viendo Pacheco que no había marcha atrás no discutió mas, sólo se frotó la cara con ambas manos y se dispuso a darle cuerda a cada uno de los 4 despertadores que traía en su backpack, cosa que hicieron los demás, y después de fijar las alarmas a un exacto cuarto de hora contando a partir de ese instante, fijaron los “dipositivos” al techo del túnel con cinta gaffer que sabiamente el flaco había empacado, recordando sus tiempos de staff videohomero: “Con gaffer todo se arregla” reza el lema.
El tic-tac de los doce relojes en perfecta sincronía no acallaba los corazones desbordados de los tres individuos, que ahora debían huir a como diera lugar. Las cartas estaban echadas. En míseros 15 minutos, el atentado terrorista más grande de la historia del país seria la nota de todos los periódicos y programas de televisión. Humo, ceniza, escombros, miembros amputados y el distintivo olor de la carne quemada sería lo único que quedaría de aquel lugar.
Los tres individuos corren, no al mismo paso, hasta el drenaje que los llevará a tierra segura. El Flaco ha empezado a maldecir todas y cada una de las donas krispy kreme que se ha jampado, al tiempo que la respiración y las piernas lo abandonan, Poco a poco se va rezagando. Y entre el dolor de caballo y el pecho congestionado alcanza a gritarle a sus compañeros que lo esperen, pero estos no se detienen, piensan que tal vez 30 era un mejor numero que 15, pero ya no es hora de dudar, sino de correr, después de todo, los 15 ahora son 11, y en un minuto serán 10.
El flaco se desmaya, bañado en sudor, su físico no ha dado para mas, a el también se lo cargara la verch.
Los demás no paran, y aunque Pacheco empieza a lamentar todas las bachas de su mondriga vida, su premura por huir es más grande que cualquier falta de aliento.