domingo, enero 29, 2006

16



Un estruendo que cimbra el suelo, gente que corre cubriéndose la boca y los ojos de terror, humo y polvo, el inconfundible olor de la carne quemada... el caos. Pacheco busca algún indicio de todo esto, pero nada, solo el barullo cotidiano y el stress colectivo de un día cualquiera. Mientras viaja en su marquis empieza a temer lo peor: los explosivos han fallado y consecuentemente el plan también.. Cambiando de una estación de radio a otra busca una noticia, un comentario, algo que indique que sus temores no son nada más que simples inseguridades sin fundamento. Pero no, solo hay música y noticias sobre toros y deportes. Lenin, Oh la pobre Lenin. La sola imagen de la bellísima mujer tras su involuntario tratamiento cosmético le genera un escalofrió que le recorre la espalda entera de abajo hacia arriba.
Una sirena suena a lo lejos, -“Siiii eso es, el caos”- pero no, es solo una ambulancia que va a atender a un atropellado sobre Juárez. El trafico, la espera, la calma inquietante. Dan la hora en el radio, ya hace 30 minutos que deberían haber detonado los explosivos, ya habría alguna noticia en el radio, en la TV. Pero nada. El pesado y habitual transito de la ciudad no facilita la llegada de Pacheco a su cuarto de hotel, solo alarga la espera, y la incógnita. Tras una hora y quince de trayecto, Pacheco abre la puerta de su cuarto, y enciende el televisor. Cubierto por agua de caño se desviste y se mete a la ducha de inmediato. El hombro izquierdo esta muy lastimado, pero no hay fractura ni desacomodo de huesos, solo un dolor intenso, y una atrofia propia del traumatismo. –“¡Y ahora que!, ¿y ahora que?”- es lo único que por su cabeza pasa mientras el agua cristalina que cae de la regadera lo recorre y lo repara y se lleva esa increíble peste a fétido que lo invade. Toma una toalla, y mientras se seca, recorre los canales de arriba a abajo. No hay nota alguna sobre el atentado, pero si un reportaje sobre la conclusión de la sesión del PUM, e imágenes de su líder, sonriente, con los ojos grandes y atestados de codicia. No hay dudas, el plan ha fracasado. No ha acabado de secarse cuando una patada revienta de golpe la puerta de su cuarto. Entre el ruido y las astillas reconoce las siluetas de manatí en brama enfundadas en horribles trajes de Chanel Son las mujeres de la EE. Por puro reflejo lanza la TV hacia la puerta, y se arroja hacia el buró para sacar su .38. y sin dudar dispara a la cabeza de ambas hasta que la pistola queda sin balas. Ambas caen derribadas. Pacheco solo atina a ponerse un pantalón cuando escucha reincorporarse a ambas féminas. De los hoyos de las balas emana un líquido ocre que a su vez va llenando y reparando los huecos. La pistola humeante recuerda su vació terrible, y la salida bloqueada el inexorable destino. Pacheco actúa sin medir consecuencias, y tomando el machete que tiene al lado de la cama se abre paso hacia la puerta. Las mujeres gritan, pero el grito no es femenino, o siquiera humano, es algo más cercano al aullido de Chewbacca, mezclado con una prensadora de metal. El sonido taladra los oídos. Las mujeres son fuertes y pesadas y no logra derribarlas, y menos teniendo solo un brazo para defenderse, pero los golpes de machete las detienen un poco. Aunque con cada golpe que asesta, una nueva agente surge del miembro cercenado: Es como ese episodio de Fantasía en el que Mickey Mouse es un aprendiz de brujo y por mas que trata de detener a unas escobas poseídas solo logra que estas se multipliquen y multipliquen...
Con gran esfuerzo logra llegar a la puerta y correr por el pasillo, trae el pecho desnudo y se olvido de los zapatos, pero Pacheco corre como si no hubiera mañana. Detrás de el, los golpes de tacón indican que las EE no vienen muy atrás. Las llaves del auto están en el cuarto, ya no hubo tiempo de tomarlas. Hay que llegar a la recepción, y de ahí a la calle. De súbito un golpe seco, el machete cae lejos, Una agente de la EE que esperaba en la recepción derriba a Pacheco, luego, lo levanta y le acomoda dos golpes certeros en la boca del estomago, para después lanzarlo contra una mesa de cristal que se parte en mil pedazos.

sábado, enero 21, 2006

15

Pacheco consulta su reloj, dicho movimiento reaviva el dolor que recorre todo su brazo izquierdo; la cuenta regresiva marca 2:41, 2:40 y etc. El aliento escasea, sobre todo por que hay que desandar el camino. Al cruzar el punto de unión del túnel con el drenaje, recuerda al Flaco, pero ya no hay tiempo para regresar por él; debe seguir. Pacheco no puede parar. El nivel del agua ha subido un poco mas, haciendo más difícil dar cada paso. El tubo, de por si estrecho, al llenarse de agua, ha empezado a generar un inesperado sentimiento de claustrofobia en nuestro héroe. -Si esto se llena de agua,- pensaba Pacheco -No hay una sola salida en muchos metros, no mames que voy a venirme a morir ahogado en mierda-
El tubo de no más de 1.80m de diámetro, esta ocupado por agua casi tres cuartos. El agua le llega a Pacheco apenas a la altura del pecho. El suelo resbaloso de caca y humedad de décadas, produce el eventual tropiezo que atrasa aun más la huida. Es como tratar de correr en la parte baja de una alberca.
El reloj de Pacheco se ha descompuesto, la sonrisa del fayuquero que se lo vendió, regresa como un amargo recuerdo -“Es a prueba de agua amigo, puedes checarlo”-. No queda más que seguir caminando, y trata de hacer la cuenta mental de cuanto tiempo queda antes de la detonación.
El registro que conecta el túnel del metro con el desagüe está a la vista. Con un solo brazo Pacheco trabajosamente lo levanta. Sale y camina hasta el andén de la estación Revolución. Afortunadamente no hay nadie a la vista y puede salir del túnel sin problemas. Empapado, mugroso y oliendo a mil madres, puede sin problemas pasar por uno más de los muchos pordioseros que hay en esa estación. Con sigilo camina a la salida. De reojo ve el reloj del andén. Sí ese reloj esta a tiempo, la explosión deberá ocurrir en cualquier momento a partir de ese instante. Un extraño sudor frió mezclado con el agua de caño que lo cubre, empieza a recorrerle la nuca y la espalda. El tren llega, algo de gente desciende, entre ella, Pacheco sale de la estación, los policías de la entrada no le prestan atención. Acelera el paso para subir las escaleras y hallarse en la calle. Sigue lloviendo copiosamente. Mira a ambos lados asegurándose de que nadie lo sigua, son precauciones inútiles, nadie lo pela. Todos están tratando de protegerse del inclemente tormentón. Piensa por un segundo como va a cambiar la vida de todos, cuando la noticia de la explosión recorra los medios. Todos dirán “Yo estaba ahí, yo estaba ahí.... podría haber sido yo, podría haber muerto en la explosión, pero lo que a mi me preocupaba, era cubrirme del agua” curioso el asunto de las perspectivas
El portentoso y salvador Marquis esta a la vista, Pacheco emite un suspiro de alivio al palparse y encontrar en sus bolsillos las llaves. Sube al auto y arranca. Ni siquiera piensa en el hecho de que esta manchando las vestiduras con agua de caño. Solo se deja inundar por el cobijo de un lugar conocido, y que la peor parte del plan ha terminado. Enciende la radio en busca de las noticias. La hora ha llegado....

miércoles, enero 11, 2006

14

Llegando al tubo de drenaje que conecta ambos tuneles, ni la mierda ni las ratas, ni el hecho de que haya empezado a llover detienen a Pacheco y al Guero. El agua de lluvia recolectada por los fétidos tubos les llega hasta la ingle, por donde sienten pasar las garras y bigotes de las ratas gordas gordas que nadan con la corriente. La peste es indescriptible, por lo que será imposible que pasen desapercibidos en la estación del metro. Atentos ante tal situación se han desviado de la ruta original, buscando alguna de las coladeras por las que bajan los ríos de agua pluvial. El tiempo corre, 6 minutos pa que se los cargue a todos la tiznada. Al final dan con una coladera, pero ninguno de los dos alcanza la escalera para subir. Pacheco propone que uno se suba en los hombros del otro para alcanzar el primer peldaño de la escalera. El Guero toma la iniciativa y escala los hombros de Pacheco, y una vez afianzado a la escalera la sube, sin siquiera intentar ayudar a su compañero. El agua de lluvia cae abundante por el conducto, dificultando la escalada del guero, pero este no se detiene, a pesar de que el agua le impide alzar la mirada para ver hacia donde va.
Pacheco, colérico, maldice al traicionero porteño, al tiempo que salta con furia tratando de alcanzar el primer barrote de la escalinata. El guero, ya en la parte alta del escape, voltea hacia donde Pacheco se encuentra y entre el torrente pluvial que caer sobre él, le dedica un “adios cuñao´”. Pacheco motivado por la ira, al fin alcanza la escalera y empieza a subirla. El Guero, con el antebrazo levanta el registro de la coladera y a ciegas, debido a la lluvia se dispone a sacar la cabeza hacia la calle. Un violento rechinido de llantas, el golpe seco del metal contra hueso, anuncian que un auto ha pasado por encima del registro de la coladera, golpeando la cabeza del Guero y matándolo de manera instantánea. Este se desploma los 6 metros de escalera, golpeando en su trayecto varias barras de metal y a Pacheco, que intentaba subir hacia la calle. El chapuzón de agua de caño amortigua la caída del segundo. El Guero queda atorado en el ultimo escalón, que de abajo a arriba sería el primero. Su cabeza esta abierta en canal cual puerco en rastro, pedazos de craneo de una blancura inusitda se asoman entre los pelos, la sangre y la carne amoratada de la herida. La nariz se ha perdido en el trayecto, y uno de los ojos esta fuera de su orbita, detenido únicamente por un amasijo de carne nerviuda.
Pacheco se reincorpora, un dolor intensísimo le recorre todo el brazo izquierdo desde la muñeca hasta el hombro. La coladera ya no es opción, jamás podrá completar ese trayecto con un solo brazo. Deberá regresar una vez más al túnel del metro y tratar de burlar la vigilancia, empapado, oliendo a caca y con un brazo inmóvil. Tiene 4 minutos antes de la explosión, para recorrer el drenaje y llegar al túnel del metro, donde deberá una vez mas, andar el trecho hasta la estación.

domingo, enero 08, 2006

13


Cansado, madreado, mugroso y apurado Pacheco observa el interior de su backpack, su cara es de franco asombro tirándole a encabronamiento, apretando las mandíbulas y cerrando los ojos Pacheco Murmura –“esto tiene que ser una broma”- al tiempo que gira la cabeza en modo reprobatorio. Junto a él, El guero y el flaco guardan silencio y se miran entre si como preguntándose ¿que pedo?. Juntos han burlado la seguridad del metro Revolución, han caminado un largo tramo al lado de las vías del metro, y han llegado al túnel presidencial por un conducto de drenaje que comparten ambos servicios subterráneos, del cual supo Pacheco gracias a sus diversas y furtivas visitas a distintas oficinas de gobierno, en las que disfrutaba de bajarse los pantalones y sentir con el trasero desnudo, los diversos sillones de piel de los altos mandos del país. Así que después de arrastrarse entre caca y ratas por mas de un kilómetro, y de haber caminado otros 3, han llegado ahora a la parte del túnel que esta ubicada justo abajo de la sala plenaria del PUM, y si sus cálculos son correctos, estarán ahora en el momento mas álgido de los cebollazos y las lamidas de trasero partidario. Es justo el momento exacto para colocar las cargas, y que la verga se lleve a todos y cada uno de los presentes en tal sala. Pero algo detiene a Pacheco: algo en su Backpack de los Hornets de Charlotte lo tiene pasmado, y haciendo un entripado de esos que generan hemorroides.
Pacheco se dice a si mismo una y mil veces “debiste revisar, debiste revisar” pero ahora es demasiado tarde, no hay marcha atrás ni tiempo para lamentaciones.
-“Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiincheeeeeeee manco, hijisimo de su putisisima madre”- dice Pacheco, al tiempo que saca de su backpack uno de los “dispositivos” que colocarán bajo la sala plenaria pa´ mandar a todos a la verch. El dispositivo en cuestión no es muy distinto a las bombas que utiliza el coyote, el de las caricaturas, para tratar de eliminar al correcaminos: es un vil despertador “Timex” de cuerda, unido por una maraña de cables eléctricos a tres cartuchos de TNT, eso es todo, no hay contadores digitales, ni explosivo plástico, nada, solo relojes y vil dinamita.
-“Cabrón, si tu empacaste todo esto, ¿como no fuiste pa´ decirme que estos eran los pinches explosivos?”- Le dice Pacheco, parpadeando desesperadamente, al Guero.
-“No tienen falla Pacheco,  sólo hay que dar cuerda al reloj, fijar la alarma y listo, kabum”-
Viendo Pacheco que no había marcha atrás no discutió mas, sólo se frotó la cara con ambas manos y se dispuso a darle cuerda a cada uno de los 4 despertadores que traía en su backpack, cosa que hicieron los demás, y después de fijar las alarmas a un exacto cuarto de hora contando a partir de ese instante, fijaron los “dipositivos” al techo del túnel con cinta gaffer que sabiamente el flaco había empacado, recordando sus tiempos de staff videohomero: “Con gaffer todo se arregla” reza el lema.
El tic-tac de los doce relojes en perfecta sincronía no acallaba los corazones desbordados de los tres individuos, que ahora debían huir a como diera lugar. Las cartas estaban echadas. En míseros 15 minutos, el atentado terrorista más grande de la historia del país seria la nota de todos los periódicos y programas de televisión. Humo, ceniza, escombros, miembros amputados y el distintivo olor de la carne quemada sería lo único que quedaría de aquel lugar.
Los tres individuos corren, no al mismo paso, hasta el drenaje que los llevará a tierra segura. El Flaco ha empezado a maldecir todas y cada una de las donas krispy kreme que se ha jampado, al tiempo que la respiración y las piernas lo abandonan, Poco a poco se va rezagando. Y entre el dolor de caballo y el pecho congestionado alcanza a gritarle a sus compañeros que lo esperen, pero estos no se detienen, piensan que tal vez 30 era un mejor numero que 15, pero ya no es hora de dudar, sino de correr, después de todo, los 15 ahora son 11, y en un minuto serán 10.
El flaco se desmaya, bañado en sudor, su físico no ha dado para mas, a el también se lo cargara la verch.
Los demás no paran, y aunque Pacheco empieza a lamentar todas las bachas de su mondriga vida, su premura por huir es más grande que cualquier falta de aliento.

miércoles, enero 04, 2006

12


“Es la única forma” se dice a si mismo Pacheco, como tratando de convencerse, al tiempo que le da un jalón a su porro, -“Es la única forma”, remata luego en voz alta, echando el humo y dirigiéndose a los hombres que lo miran fijamente. Una improvisada maqueta esta frente a el. El barco pirata de playmobil simula las oficinas centrales del PUM, y la sección donde se guarda el cofre del tesoro, se supone que sea la sala plenaria. –“Entrando por el túnel podremos llegar justo a los cimientos del edificio, las cargas se encargaran del resto”-
-“¿Qué túnel?”- pregunta el tuerto, fijando sus ojos y el hueco donde debería estar la nariz en el barco pirata.
-“En algún punto de la construcción de las líneas del metro,”- platica Pacheco.-“Alguien decidió construir una serie de túneles que intercomunicaran las distintas oficinas de gobierno, de tal forma que el presidente no tuviera que verse atorado en el transito citadino. Para ir de un punto a otro, solo debe tomar el túnel que lo llevara ahí, Como nadie mas tiene acceso a los túneles, el presidente tiene transito libre sobre ellos”-
-“¿Y si nadie tiene acceso como revergas vamos a entrar?”- pregunto el guero en su perfecto veracruzano
-El túnel presidencial que conecta al PUM con la red, corre en paralelo con la Línea 2 del metro, y el mismo esta en desuso, pues como todos sabemos, el partido que ahora gobierna el país es otro.”- Concluyó, para darle un jalón más a su gallo. -“Entraremos por el metro Revolución haciendo un orificio en la pared del tunel, el cual cruza justo por abajo de la sala plenaria, así que no será complicado. El Guero y El Flaco irán conmigo”
Los observadores miraban a Pacheco serios, impávidos. El silencio sentaba el hecho de que no había dudas, había un frente común y una misión conjunta que cumplir. Después de todo, todos los asistentes a esta junta de planeación, habían tenido al menos algún quever con la bellísima Lenin, la cual era generosa con sus bienes, y nunca tuvo el mal espiritu de negarle a alguien algún arrimón furtivo, aunque también todos sabían que al final, el corazón de Lenin era sólo de Pacheco. Y aunque salvar a Lenin era un objetivo común, en realidad salvar el pellejo propio era la prioridad, todos saben que si fallan, no habrá lugar sobre la faz de la tierra en el que puedan estar a salvo de la ira de las mujeres de la Doble E, que si de por si es un pedo esconderse de una mujer enojada, imaginen ahora esconderse de un mutante de vieja sin capacidad alguna para dar cabida al olvido o al perdón. Más vale... por el bien de todos... que todo salga bien.