miércoles, octubre 26, 2005

9

“¡Taaaahhhhka takaaaaahhhh!” dice colérico el chino en su perfecto japonés –“estamos jolilos, jolilos.” Esta era su reacción mientras analizaba el nano-chip en el microscopio –“Mondligos mexicanos tan malhechotes, taka taka taka taka, esta aluinado, aluinado”. El chino apretaba sus puños, al tiempo que tomaba un cutter que tenia frente a el y se aplicaba el hara-kiri mas insólito y complicado de la historia. Sangre, tripas y jugos gástricos empezaban a brotar lentamente de su abdomen. –“debí asocialme con los guatemaltecos....Aaaaaaahhhh”- dice con su ultimo aliento el chino.
Uno de los empleados del chino se aproxima a ayudarlo, pero es tarde. El chino ha muerto.
-“¿Puedes arreglarlo?”- Le pregunta Pacheco al asistente del chino –“¿puedes arreglar el chip?”- El asistente se acerca al microscopio y después de darle una ojeada contesta –“Es imposible, palece como si alguien le hubiela dispalado”- y concluye -“Esta aluinado”-
Pacheco toma un respiro, mira a su alrededor, saca su .38 special y fulmina al asistente, disparándole 4 veces en la orbita ocular derecha, su derecha, no la de Pacheco. Limpia las tripas de sus zapatos y sale del lugar.

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Al tiempo que maneja su Marquis por viaducto, Pacheco piensa en las alternativas. En menos de 72 horas se efectuaría la convención nacional del “PUM”. Todos sus líderes estarían reunidos en el mismo edificio a la misma hora. Es una oportunidad que “doble E” no dejaría pasar. Si algo le sucediera a todos los lideres del PUM la organización no tendría mas remedio que ofrecerle el liderato a la señora doble E.
Una mujer en el poder: Terrorífico... si, impensable.... posiblemente, histórico.... seguramente, inexorable, para Pacheco al menos si. Para Él, la otra alternativa era la muerte. En ningún lugar estás a salvo de la ira de una mujer decepcionada.
En menos de 72 horas las huestes bigotonas de doble E estarán tocando a la puerta de Pacheco, preguntando por el dispositivo que deberá estar instalado en las oficinas del PUM, listo para ser accionado a la hora de la Convención Nacional. Así que ahora Pacheco debe valorar sus opciones.

martes, octubre 25, 2005

8


-IMPOSIBLE, ES NADA mi querido Doctor.-
Dijo el güero con un acento de veracruzano enojado.
-¿Que quiere decir con que es imposible sacarle los dientes?-
-Eso Sr. Güero, que es imposible sacarle los dientes a este hombre.-
Contestó el Dr. Jairo Campos.
-Es una belleza, es un gran trabajo de nano-ortodoncia-reconstru-selectiva-prostética, nada que haya yo visto antes. ¡Es como… como un milagro! ¿Se da cuenta de lo que podría cobrar si tuviera mi instrumental completo y el tiempo de estudiar esta pieza tán… tán… única?-
Al fondo, en el radio de un cuarto contiguo, la XEQK daba la hora cada minuto, como si nada se perdiera con el paso del tiempo:
-Son las once, treinta y dos minutos-
-Son las once, treinta y tres minutos-
-Son las once, treinta y cuatro minutos-
El Doctor Jairo Campos continuó: - Intentaré, si está usted de acuerdo, sacar una radiografía, localizar…-
Dijo mientras miraba de reojo a Pacheco que se había puesto de pie y acariciaba su .38 special mal acomodada entre el pantalón y la camisa que parecía querer explotar junto con su abdomen.
-… localizar lo que sea que quieran sacar de los dientes de este… modelo de la ortodoncia moderna-.
El Sonrisas parecía no tener labios y su dentadura perfecta como la de el mismísimo Dios brillaba celestialmente reflejando la luz de la lámpara de mecánico que habían colocado por sobre su cabeza.
El Güero, en un movimiento que sólo años en el servicio secreto de su majestad jarocha habrían podido preparar, tomó de un golpe la .38 de Pacheco y disparó. Dos veces en la frente del Dr. Y antes de que las gotas de sangre alcanzaran los impávidos y virginales dientes del Sonrisas disparo a la boca del paciente, una, dos, tres veces, destrozando por completo las perlas de oriente que el taquero presumió con su familia por sólo 3 días. Junto con el zumbido que queda en los oídos después de disparar un arma, se escucharon, muy a lo lejos como caían pedazos de dientes falsos, y entre ellos un microscópico dispositivo que Pacheco apuró a recoger.
En el cuarto irrumpió Maria Mercedes, la mucama de 20 años gritando blanca como los dientes que alguna vez envidió del sonrisas.
El Güero miró a Pacheco y extendió el arma manchada de sangre, saliva y restos blancos de perfección blanquecina.
-Cómo no pensamos en esto antes- Dijo el Güero a Pacheco.
En el radio se escuchaba:
-Son las once, treinta y seis minutos-
-Son las once, treinta y siete minutos-
-Son las once, treinta y ocho minutos-
-Son las once, treinta y nueve minutos-
-Son las once, cuarenta minutos-

viernes, octubre 14, 2005

7


-“No traigo nada de instrumental”- contesta el Dr. Campos, al tiempo que camina al interior de la oficina del lugar –“ni anestesia o medicamentos, tendríamos que regresar al consultorio”
-“Eso, desafortunadamente doctor, esta fuera de discusión; la extracción debe hacerse ahora”- replica el Guero –“Sin embargo, creo que aquí podemos tener todo lo que puede requerir”
-“¿Tienen aquí instrumental?” pregunta Campos
-“desarmador plano y de cruz, llave de tuercas, pinzas de corte y un gato hidráulico”- dice el Guero- “siéntase en confianza de usar lo que necesite”
-“Esto es lo que alcance a agarrar en su consultorio” - dice Pacheco al tiempo que enseña un trapo con instrumental dental.
-“Maravilloso”- afirma el Guero – “traigan al Sonrisas”
El “Sonrisas” es un hombre moreno de unos 35 años y 1.60 de estatura. Antes de conocer al chino, era un simple taquero con los molares podridos, la encía colorada y los dientes frontales del mismito color que el huitlacoche. Cuando "El Chino" le propuso otorgarle una tremenda dentadura nueva a cambio de un par de molestas semanas, no dudo ni un segundo.
La habitación se ilumina con la sonrisa del Sonrisas, que porta elegantemente un kimono adquirido en su reciente viaje al oriente del planeta. Los japoneses han hecho un trabajo impecable con su dentadura. Ahora será removida por completo.

miércoles, octubre 12, 2005

6


El marquis ingresa a la vulcanizadora, que es en realidad un hospital clandestino disfrazado. Un veracruzano de tez obscurísima sale al paso de Pacheco 
–“Quiubo pinche guero”- saluda Pacheco efusivo. El “guero” corresponde el saludo con un movimiento de cabeza, y se sigue hasta la cajuela del carro. De ella sale un hombre moreno de estatura mediana que viste una camisola blanca de manga corta y una diadema con lamparita. Esta amordazado. El Guero mira a Pacheco con rostro de desapruebo y de inmediato procede a quitarle la mordaza al sujeto

-”Doctor Campos”- dice el guero con su peculiar acento veracruzano –“me apena mucho que nos conozcamos en tales circunstancias, por cualquier molestia que le haya hecho pasar mi asociado le pido una disculpa”- el guero continua –“Me atrevo a decir que soy el mas ferviente admirador de su exquisito trabajo, y es por eso, que aunque en circunstancias inadecuadas, no podría estar mas complacido con que esté usted incluido de este proyecto”- 
El Dr. Campos, enmudecido con el recibimiento luce sorprendido y extrañado. 
–“vera usted”- continua el guero –“necesitamos de manera apremiante los servicios de un especialista dental, para realizar una extracción, desde luego, estaremos en deuda con usted. Contrario a lo que aparente mi asociado aquí presente, nosotros somos caballeros y hombres de palabra”
El Dr. Campos abrumado con la elocuencia del Guero mira a su alrededor...

lunes, octubre 10, 2005

5


Pacheco maneja su Marquis por la Colonia Portales Norte: Un constante golpeteo proveniente de la cajuela lo distrae de sus pensamientos. Para minimizar el escándalo sintoniza su estereo en Radio Universal. “Sunny” con Bobby Hebb esta al aire. Pacheco escucha la canción un segundo con expresión de duda, pero súbitamente un dejo de alivio se asoma -”Uyyy a guevo” y empieza a mover la cabeza al ritmo de la canción para luego cantar en un falsete casi irreal absolutamente estridente, la versión en español que en el ´87 Luis Miguel hiciera de la misma canción: -“...por entender, por confiar, por discutir, por peeeerdonar”- canta Pacheco
Súbitamente, el golpeteo lo distrae de su interpretación –“¡ohhh que la!, Vas a hacer que me pierda la mejor parte”- Grita Pacheco hacia la parte de atras de su auto, luego sube aun más el volumen del autoestereo y con todo el aire de sus pulmones canta el verso final: -“Tu me has llevado sin pensar a los limi-teaaees del maaaal, Soni es la verdad... Te quiero... daaaaaaahahaaaaaaaaaaaaa

Llegando a la calle de Odesa el marquis se detiene frente a una vulcanizadora. Un perrote café empieza a ladrar, pero Pacheco le avienta los restos de una torta de milanesa y el can huye despavorido. Las primeras notas del himno nacional se distinguen en el claxon del Marquis, y una gran puerta metálica se abre.

viernes, octubre 07, 2005

4

De reversa mami, de reversa Mami”- es lo que se oye en el lascivo tugurio, con el aparatoso ruido de los buffers rotos del sonido local es imposible oír los disparos. El olor a pólvora se pierde entre el humo de cigarro y la peste a sudor y licor barato.
Pa´tras pa´elante pa´tras pa´elante
-¡No mames pinche Pacheco!- Dijo el flaco, que en realidad era un hombre de unos 180 kilos - ¡Mataste al puto del Samoano!, ¿Ahora quien vergas va a sacar los putos pinches dientes falsos?-
Pacheco mata la bacha en la regordeta mejilla del Samoano.
-¿Qué pendejo confunde uranio con plutonio?- Dice Pacheco inexpresivo –A ese paso iba a sacar un molar por incisivo-
Pacheco guarda su .38 special y ayuda a la escultural Lenin a ponerse de pie. Para cualquier observador medianamente adiestrado es obvio que entre ellos hay un pasado uberporno. El sutil contacto de sus manos y el cruce de miradas los delata.
-¡Mi mano guey! ¡Mi mano!- Grito aterrado el manco, a quien un fragmento de bala le destrozo la palma de su única mano.
Irónico destino: su mano prostética está intacta.
-Llévalo rápido con el Guero- Ordena el cojo con desden al flaco –El sabrá que hacer-
El Tuerto abre la puerta del privado: es un hombre de unos 40 años que no tiene nariz. y se encarga de controlar el Balalaika.
–Te llaman en la pista Lenin- comenta sin prestar atención al cadáver de Jacinto.
Lenin toma un profundo respiro y sale del privado sin despedirse de nadie. Detrás de ella salen el flaco y el cojo.
-Necesitamos un nuevo dentista, Pacheco. Encárgate del Samoano y luego soluciona ése asunto. Toda la operación depende de eso. Consiguete a un dentista, me da un pito si es el pinche Jairo Campos- dice el cojo en una voz serena, decidida.
Pacheco saca unas gafas negras de su saco y se las coloca al Samoano, luego, al mejor estilo de “weekend at bernie´s” lo saca del lugar haciéndolo pasar por un borracho cualquiera, no con poco esfuerzo debido a las preestablecidas dimensiones del Samoano. Pacheco es un tipo fuerte y el esfuerzo apenas lo hace asomar unas pequeñas perlitas de sudor en la frente.
Ya afuera del lugar sube al Samoano a su Grand Marquis y toma el eje central, para luego tirarlo en la coladera abierta de Izazaga y Lazaro Cardenas, el drenaje profundo hará el resto.
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-¿Si, en que puedo ayudarle?- Dice la voz chillona del interfon
–Buenas tardes, tengo cita con el Dr. Campos- Dice Pacheco con voz amable

jueves, octubre 06, 2005

3


Jacinto tomó el estuche del ukelele y lo coloco ceremoniosamente sobre la mesa, justo sobre las cartas del juego de canasta, El Manco, El Cojo y Pacheco sentados alrededor del juego, esperaban ver la mercancía.

Al otro lado de la ciudad, el algún lugar de Cuautitlán Izcalli, un trailer era descargado en una bodega clandestina, disfrazada de escuela privada, era el tipo de edificios que podían pasar desapercibidos en los suburbios de una ciudad como la de México. Un Japonés coordinaba la operación. Piezas de alta tecnología, colocadas con maestría en “triangulitos” Boing, listas para ser ensambladas por cual quier persona con un mínimo de conocimientos en cabezas nucleares. La primera etapa estaba casi completa, la segunda era el encuentro y para cuando llegara el momento adecuado de la tercera, Kasumasa Ikenaga se encontraría muy lejos como para que alguien hilara su presencia en tierras aztecas.

En el privado del Balalaika, el Gordo Samoano mostraba el contenedor de seguridad el plutonio.

-Lástima que lo que necesitamos es uranio, ¡gordo imbécil!- Dijo El Manco -¿Qué, crees que vamos a construir una máquina del tiempo a partir de un auto?.-
-Pue’ ubieran pedido uranio entonces- replico Jacinto, - el Gordo trae lo que le piden, ahora, quiero ver el dinero-.
-Nada de dinero- interrumpió Pacheco –Danos lo que queremos y te entregaremos el dinero.-
No acababa de terminar la frase cuando se abrió una puerta al fondo del privado, era Lenin, la bailarina estrella que buscaba al Cojo, era de todos conocido la rutina que se seguía en el Balalaika si una de las chicas quería ver su dinero.

Con El Gordo Samoano y La Lenin buscando el dinero del Cojo en un extremo del hediondo lugar, el Cojo se puso nervioso y con la pierna buena apoyada a la pata de la mesa, se aventó hacia atrás, lo que el Detective Pacheco interpretó como la señal para eliminar al Gordo.
El lugar no olía mas que a pólvora. Cinco cuerpos entre sangre, propia y ajena, yacían en el lugar. Debajo de la mesa se escuchaba, débilmente entre gorgoteos de lo que obviamente era sangre, una voz de mujer: -¡Cojo! ¡Pacheco! Están bien?.-

martes, octubre 04, 2005

2

Jacinto y Pacheco salen de la oficina hacia un largo corredor, iluminado por la verde luz fluorescente de todo edificio de gobierno. Caminan uno atrás del otro debido a lo estrecho del pasillo. El gordo Samoano puede apreciar el peculiar estilo de caminar de Pacheco, a la John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” así como su elegante indumentaria: Mocasín claro de bigotito, pantalón recto blanco, camisa de poliéster negra abierta hasta la mitad del pecho, saco de pana beige de diseñador desconocido y un pin amarillo en la solapa del saco que dice “no al desafuero”
Sin reparo, Pacheco saca un porro de la bolsa interior del saco y lo enciende con un viejo encendedor imitación de zippo. Jacinto, un poco desconcertado, no dice nada. Pacheco, sin voltearlo a ver le dice: -“Los edificios de gobierno son como Ámsterdam... se vale de todo”- Y tras una pausa concluye –“Deberías ver lo que pasa en los baños.”-
Jacinto asiente con la cabeza y apura el paso, al tiempo que se afianza al maltrecho estuche de ukelele que carga en la mano izquierda.

lunes, octubre 03, 2005

Introduccion. Una nueva esperanza.


Un hombre moreno de 2x2x2 se detuvo frente a la puerta del despacho, ya acostumbrado a la dificultad que significa para alguien de esas dimensiones traspasar cualquier puerta, soltó el aire y lentamente se deslizo como un globo lleno de agua por entre los dedos de un niño. El Detective Epigmenio Solana Pacheco recordó que la única vez que se había sentido igual de intimidado fue cuando el General Lázaro Cárdenas Batel lo había sorprendido en su despacho con los pantalones abajo. El sólo recuerdo de todo lo que pasó esa vez en Palacio Nacional de Michoacan y sus sótanos lo dejó helado.
El Gordo acabó por fin de entrar y extendió una tarjeta. –“Soy Jacinto y me dicen el “Gordo Samoano” por que soy de Zamoa Michoacán”.- dijo recargando las vocales como alguien que se desliza con dificultad por los marcos de las puertas.
Todo cobraba sentido pues el flaco le había prometido la ayuda de un "gran" amigo michoacano. Lo que no se explicó al momento es cómo con esas dimensiones sería capaz de tal trabajo y no quiso imaginar al pobre diablo que tendría la mano del Gordo Samoano en su boca, tratando de sacarle las muelas postizas que con delicadeza los japoneses habían moldeado como contenedores.
El Detective Solana tomó la tarjeta, extendió su mano y sintió el poder michoacano estrujándola. –¡Vámonos Gordo!- dijo el Detective -no podemos estar mucho tiempo en esta oficina- continuo mientras se subía los pantalones.